CUANDO EL TIEMPO SE DETIENE: Muestra fotográfica de Alejandro Ortega Neri.
Hago entrega aquí de las imágenes que presento en la exposición colectiva "Tres Tristes Tigres" que alberga el patio central de la Casa Municipal de Cultura y la cual fue inaugurada el pasado lunes 18 de mayo, así es que si se les complica ir, se las dejo aquí junto con el texto que me fue dedicado por parte de mi buen amigo Oscar Edgar López. Espero sean de su agrado y sean comentadas.
LAS IMÁGENES DEL NÓMADA
Si es verdad que luz es cuerpo y que movimiento reacción de la masa, será además que imagen es cuerpo, color y movimiento. Una de las obsesiones más notables de los fotógrafos, los he visto, es encontrar un objetivo original, pero de la originalidad de las potencias que precisamente hacen posible una composición artística, tremenda odisea, pues hablamos de darle alma, o aura si prefieren, a la cosa, a la vida corriente.
El lente de la cámara, el ojo de un cerebro, trabajan para los mismo patrones: el registro, la memoria. En la fotografía de Alejandro Ortega Neri, el empuje malicioso de tal obsesión se realiza, el origen está ahí, la fuerza, el trabajo exquisito de un artista que equilibra las tensiones plásticas para que el dardo atine, directo a los afectos. Quizá por eso sus temas son oscuros. El maestre de juglaria que sostiene la bola de cristal donde la ciudad se lee al revés, esa mujer contrariada por los pliegues que la luz le quita a su amarga silueta, el amanecer estallando, con el brillo estallado entre el bramido de la electricidad y los misteriosos que ahi esperan o aguardan o acechan, el hermoso rostro de la ira enfrentado a la pacuiencia de un perfil antiguo, enseñoreado.
El Neri, como algunos le decimos, es un caminante apasionado de la ciudad, prefiere el encanto multiple de las texturas de la calle al encierro frio de un estudio, la espontaneidad como virtud de la fotografía, no la estética perfeccionista del glamor. Con su mirada está atrapando la gloria y el fracaso que el tiempo trae para nosotros, no como un observador y ya, sino en el otro sentido de ver, el de vidente, que conjura las imágenes, que purifica con ellas. Felicitaciones para Alejandro, pero aún más para los que, distantes al borlote o la amistad, se encuentran con estas fotografías, de ellos será el deleite puro, la pura culminación del arte.
Hago entrega aquí de las imágenes que presento en la exposición colectiva "Tres Tristes Tigres" que alberga el patio central de la Casa Municipal de Cultura y la cual fue inaugurada el pasado lunes 18 de mayo, así es que si se les complica ir, se las dejo aquí junto con el texto que me fue dedicado por parte de mi buen amigo Oscar Edgar López. Espero sean de su agrado y sean comentadas.
LAS IMÁGENES DEL NÓMADA
Si es verdad que luz es cuerpo y que movimiento reacción de la masa, será además que imagen es cuerpo, color y movimiento. Una de las obsesiones más notables de los fotógrafos, los he visto, es encontrar un objetivo original, pero de la originalidad de las potencias que precisamente hacen posible una composición artística, tremenda odisea, pues hablamos de darle alma, o aura si prefieren, a la cosa, a la vida corriente.
El lente de la cámara, el ojo de un cerebro, trabajan para los mismo patrones: el registro, la memoria. En la fotografía de Alejandro Ortega Neri, el empuje malicioso de tal obsesión se realiza, el origen está ahí, la fuerza, el trabajo exquisito de un artista que equilibra las tensiones plásticas para que el dardo atine, directo a los afectos. Quizá por eso sus temas son oscuros. El maestre de juglaria que sostiene la bola de cristal donde la ciudad se lee al revés, esa mujer contrariada por los pliegues que la luz le quita a su amarga silueta, el amanecer estallando, con el brillo estallado entre el bramido de la electricidad y los misteriosos que ahi esperan o aguardan o acechan, el hermoso rostro de la ira enfrentado a la pacuiencia de un perfil antiguo, enseñoreado.
El Neri, como algunos le decimos, es un caminante apasionado de la ciudad, prefiere el encanto multiple de las texturas de la calle al encierro frio de un estudio, la espontaneidad como virtud de la fotografía, no la estética perfeccionista del glamor. Con su mirada está atrapando la gloria y el fracaso que el tiempo trae para nosotros, no como un observador y ya, sino en el otro sentido de ver, el de vidente, que conjura las imágenes, que purifica con ellas. Felicitaciones para Alejandro, pero aún más para los que, distantes al borlote o la amistad, se encuentran con estas fotografías, de ellos será el deleite puro, la pura culminación del arte.
ÓSCAR ÉDGAR LÓPEZ
"Que le hablo a tu fantasma"