viernes, 25 de enero de 2013

En 6 de enero


Hay llamadas que te colorean los días y otras que lo enlobreguecen. En las últimas horas recibí una de las segundas. En mi trabajo, mi teléfono suena todo el día, a todas horas, unas son buenas, otras son malas. Cuando recibí a la que hago referencia, creí que sí, que definitivamente era de las malas.
Tendría, por órdenes superiores, que viajar temprano a uno de los municipios más hostiles del estado. La misión: visitar una comunidad con altos índices de marginación para realizar un  reportaje con el objeto de darle seguimiento al programa nacional de la “Cruzada contra el hambre” planteado por el Gobierno Federal en la última semana.
No me gusta el lugar, me parece poco atractivo y hostil. En los últimos años se ha asentado ahí uno de los cárteles más poderosos y violentos del narcotráfico en México. Ha sido escenario constante de enfrentamientos armados, desapariciones, ejecuciones, y foco de noticias nacionales.
Debido a la escasa seguridad en el país para ejercer la profesión de reportero, no me parecía sensato ir al lugar sólo mi compañero y yo. Y menos una comunidad, que es usualmente donde se esconden, donde carro que pasa es vigilado. Creía que no había ninguna posibilidad de que mi vida y la de mi compañero de trabajo estuvieran garantizadas y aún así, allá fuimos.
El camino sucedió sin imprevistos, sólo paisajes secos y kilómetros de carretera ambientados con música del cine de Tarantino. Casetas. Ningún retén. 40 minutos.
En el palacio municipal nadie sabía nada. Como siempre. Secretarias despistadas, funcionarios segundones y adocenados que sólo ven pasar al solicitante y con el dedo índice señalan a dónde debe uno de dirigirse. Tiempo perdido.
Minutos más tarde íbamos con dirección al vecino estado de Durango, observando letreros verdes en el camino y discutiendo a qué comunidad entrar, una al azar. Largos convoy de militares, miradas subrepticias de vigías apostados bajo árboles, limpiando coches.
Un letrero. Verde. Con la leyenda de una comunidad con nombre de fecha: 6 de enero. Entramos, pocos kilómetros eran la distancia que nos separaba del lugar. A los lados, caminos desolados, uno que otro hombre en bicicleta.
6 de enero. Gente a las afueras de sus casas, sentadas, viendo pasar el tiempo, asoleándose bajo un astro rey anormal en estas fechas. Camionetas de un lado para otro, transportando leña. Perros famélicos olfateando el territorio, tienditas en la esquina.
Dicen que para conocer la situación de un lugar, hay que acudir con los de las tiendas de abarrotes, los cantineros o los taxistas. En vista de la falta de los dos últimos fuimos a la tienda. Sí, había información.
Al lado, una señora líder del partido tricolor en el lugar nos brindó datos, pocos. Insuficientes. Con el ánimo medio caído, decidimos alejarnos del lugar. No bastaba con lo que llevábamos. Mi cámara con dos fotos.
A la salida del lugar, una anciana juntaba leña fuera de su casa. De adobe, humilde y pequeña. Nos paramos.
“Yo que les puedo decir si no tengo nada”, mencionó. Silvina, su nombre. Alonso Zavala sus apellidos. Viuda desde hace una década, con dos hijos, uno alcohólico y la mujer, madre soltera. Con tres hijos. En ese momento los bañaban.
Doña Silvina, de 74 años llora, de desesperación, de desahogo. No tiene gas, cocina con leña, misma que ella junta. Y hace la comida en un pequeño cuarto, donde además hay una cama. El lugar huele a quemado. En su cuarto, las cosas amontonadas, sobre un mueble una pequeña tele, en ella, telenovelas.
Hay días en que no tiene para comer, no hay dinero, no hay comida, no hay ayuda. Apago la cámara y a ojos de Luis Manuel, su nieto que se asusta con el aparato que lo acaba de captar, le damos la mitad de nuestros viáticos.
Enfrente de su casa, nos dice, hay otra señora muy pobre, nos indica que paremos “el carrito” por ahí y vayamos. Ahí vive doña Petra Hernández, de 64 años, con sus hijos y sus nietos, en una pequeña vecindad que ellos han erigido con adobes de su propia fabricación.
En el camino, Adolfo niño de escasos 10 años de vida juega con sus monitos. En el suelo hay dos aros de basquetbol fabricados por él y también dos porterías. Viste short y tachones. Le va a los Pumas y del resto del mundo al Barcelona. Su jugador favorito, Messi.
Se le acerca Brenda, su hermana, unos años menor, con unas tijeras amarillas en las manos. Ella juega a ser maestra, quiere ser maestra. Me posan con una sonrisa inocente para la cámara. En el fondo, sus tíos y padres hacen adobes, y doña Petra me enseña su cuarto, pequeño, bajito, apenas para ella. Yo, agachado para que no me tope la cabeza, le tomo fotos ahí en el interior.
Es pequeño, demasiado, pero a la vez muy grande, porque tiene ropa, maletas, juguetero, televisión y dos cuadros con imágenes religiosas. Uno del Sagarado Corazón, “ese que no falte" dice y otro con la Virgen de Guadalupe, “mi patrona”,sentencia orgullosa.
“Hoy no desayunamos nada” me dice, “amanecimos sin ninguna tortilla” y sonríe. En el día, debido a diversos trabajos, los habitantes de 6 de enero pueden obtener una ganancia máxima de hasta 120 pesos, aunque a veces sólo llevan 50. Pero hoy no hubo para el desayuno. Pienso en la otra mitad de los viáticos y que doña Petra, por su sola fuerza para mantener una sonrisa después de no haber desayunado ella y los suyos, y atender a dos desconocidos, se merece todo.
Es momento de despedirse. Adolfo y Brenda me dicen adiós con una bendición. Él seguirá pensando que llegará a jugar en los Pumas, ella que podrá enseñar en un Aula, doña Petra y sus hijos, que algún día les llegue la ayuda.
El regreso lo ameniza Pearl Jam, al final pienso que el viaje no fue tan malo, me olvidé por un momento de mi trabajo, me olvidé de la otredad, fui uno de ellos, padecí sus males y los conocí así, de cerca.
El Gobierno Federal ha emprendido una cruzada contra el hambre, que abarcará los estados con mayor índice de marginación en el país. En Zacatecas le corresponde a Pinos y Fresnillo, por el número de su población. 6 de enero se encuentra en el Mineral, como se le conoce también a Fresnillo, ahí doña Silvina y su vecina, doña Petra, esperan la ayuda día a día, aunque sea para comer.  













lunes, 7 de enero de 2013

Pan y circo. Crónica de una rosca monumental que despareció en segundos


Carlos Alberto Navarrete

Pocos segundos bastaron para acabar con todo, o casi todo. Ni siquiera había llegado al templete el gobernador del estado Miguel Alonso Reyes para realizar la cuenta regresiva para partir la rosca, cuando más de la mitad de los asistentes, haciendo caso omiso de las recomendaciones, desaparecieron sonrientes con sus desmesuradas porciones de rosca.
                “¡No, todavía no!”, gritó una de las encargadas de controlar las ansías de los comensales, sin embargo ya era demasiado tarde, pues la estampida era inminente.
Sólo fue necesario que alguien -quien fuera- estirara el brazo y tomara un pedazo de pan para que se accionara la voluntad intempestiva de la multitud que se dio cita en la avenida Hidalgo, no para escuchar el discurso del gobernador o saludarlo de mano, sino simple y llanamente para re-partir la rosca de reyes.
“No seas avariciosa”, le dijo una mujer a otra que con una bolsa de mandado en mano se dedicaba a arrastrar al fondo de la misma la mayor cantidad de trozos que le fue posible. Pero este caso no fue el único.
Como si de una contingencia apocalíptica se tratara, muchas de las familias reunidas se volcaron sobre los bienes que garantizaban su supervivencia, borrando los cientos de metros de rosca que dos horas antes empezaron a colocar los panaderos voluntarios.
No obstante, no todos los reunidos salieron victoriosos. “Cómo son gandallas” se le escuchó decir a un señor que ante el tumulto no alcanzó pedazo alguno.
50 panaderías, principalmente de los municipios de Río Grande, Fresnillo, Guadalupe, Zacatecas y Jerez, fueron las que colaboraron, cada una de ellas, con entre 20 y 40 metros de rosca,  con lo cual  en conjunto se alcanzaron los cerca de 2 mil metros de pan.
Sin embargo, esta información como los saludos del gobernador y del director del Sistema DIF, Héctor Pastor Alvarado, poco les importaron a todos aquellos que felices se alejaban con sus bolsas llenas. 
 Con ello se comprobó la aseveración de una joven que le afirmaba a su acompañante que “nadie viene aquí a saludar al gobernador, sólo vienen por su rosca”.