miércoles, 6 de agosto de 2008

Algo nuevo de este hombre viejo

Qué hacer

Y qué haces cuando sabes que no es para ti,
que no recibirás jamás una caricia suya con sus labios,
que siempre tendrá la respuesta errónea a tu petición, a tu sentir.

Y qué haces cuando la ves cada noche entre sueños,
cuando su imagen se balancea entre el mar de tus palabras de amor y odio
y no dejas de repetir su nombre de mil letras.

Tu mente se desgasta como la suela de tu zapato izquierdo,
Tu razón se convierte en plastilina amarilla,
Y la lucidez de tus recuerdos se nubla como el cielo que amenaza con dedicarte lágrimas.

Piensas que tus ojos ya no ven lo que no puede ser,
que la vida no vale nada cuando la compras a tres pesos.
A veces deseas que tan siquiera sepa a galletas príncipe,
o al mango que una vez te desnudó después de que lo mordiste.

Sabes de sobra que su mano no es tuya,
que sus ojos te miran sólo porque te pones en frente,
y que la máxima distancia entre su boca y la tuya es a través de un teléfono que musita sentimientos mal correspondidos.

Lloras cuándo quieres dejar de quererla,
cuando estando frente a otros ojos sólo ves los de ella.
Y qué haces si no te escucha cuando gritas en la noche que la amas,
que no puedes más con la armadura de tonto enamorado y que mueres por verla.

Callado, siempre callado y sonriente ante el cansancio que invade tu mente.
Desgasta amarla ¿verdad?
No te sorprendas si comienzas a morir poquito a poco, lento, y tu aliento no provoca vaho en los cristales donde ya no escribes su nombre completo porque sólo alcanza para dos letras.

Ya sólo queda morder el polvo de tus sábanas sacudidas, y acariciar el vientre de la cama vacía a esa hora en que la soledad se acrecienta porque ella no te ama
Ya sólo queda saber que Neruda no te escribirá una poesía para conquistarla.

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