jueves, 15 de noviembre de 2007

La columna

Hasta el viento se aburrió




A veces no comprendo con que afán se crean remakes, no sé si para tratar de mejorar la obra original o bien para darle un mayor crédito a ésta y parecer que es insuperable. En estos últimos días apareció en la pantalla grande una nueva versión de Hasta el viento tiene miedo, con nuevo director, nuevo reparto, una nueva temática y por supuesto nuevas técnicas cinematográficas.
Realizar una película de terror en México es quizá una tarea ardua. Es un género poco trabajado en la “industria” del cine nacional y los resultados, cuando se intenta hacer un film de este tipo, son muy pobres. A lo largo de la historia del cine mexicano ha habido pocas películas de terror contando las del Santo, Capulina, El resortes, Pepito y Chabelo y uno que otro cómico con carencia de talento más. Sin embargo ha habido buenos intentos y buenas películas según los criterios de Saúl Rosas Rodríguez en su libro “El cine de horror en México”. Entre los buenos intentos podemos nombrar Dos monjes, El libro de piedra, La tía Alejandra y La invención de Cronos de Guillermo del Toro; y entre las mejores El fantasma del convento, El vampiro, La puerta y Hasta el viento tiene miedo dirigida en 1967 por Carlos Enrique Taboada.
Cómo no recordar esta última película, la cual, de acuerdo con los críticos de cine mexicano, es la mejor creación del género terror que se haya realizado – y esto lo digo antes de ver Cañitas, thriller basado en las misteriosas historias del cazafantasmas y superpoderoso choper mexicano Carlos Trejo-.
Volviendo a Hasta el viento tiene miedo de 1967, es una historia que aún en estos tiempos mantiene pegado al espectador a espetas de lo que suceda en la peli, a la cual hasta el nombre quedó ad hoc debido a las sensaciones que producía. Si se recuerda, la historia versaba sobre una estudiante que tras haber muerto hace cinco años regresa al internado donde pereció para cobrar venganza. En la trama aparece Marga López como Bernarda quien es la directora del internado para señoritas. Su carácter es fuerte, ocasionando el repudio de las alumnas. Caso contrario es del personaje de Maricruz Olivier como Lucía, quien es la maestra benévola, comprensiva y querida por las internas. Estaba incluida en el reparto Alicia Bonet en el papel de Claudia, una nueva interna y Norma Lazareno.
Comienza con Claudia, en una pesadilla ve a una mujer colgada de las vigas de una vieja torre idéntica a la que se sitúa en el jardín del internado, ese fantasma con voz suave la llama por su nombre. En su inquisición por saber qué es lo que encierra esa vieja torre, a la cuál se les ha prohibido el acceso, Claudia cae de lo alto de ésta y fallece instantáneamente, sin embargo días después despierta ilesa aunque su personalidad no es la misma y su comportamiento es bastante raro. A partir de ahí comienzan a suceder cosas extrañas, el viento se ensaña con las cortinas y las ventanas, y la lluvia baña a diario el lugar, el cuerpo de Claudia ha sido poseído por el espíritu de Andrea, la alumna fallecida un lustro atrás y habitante de los sueños de Claudia. En ese caos y ese terror ocasionado por la presencia de Andrea en el internado, la directora (Marga López) trata de terminar con la situación y sigue a Claudia- Andrea hasta la torre donde por fin se consuma la vengaza, la directora está muerta.


Si se observa bien esta cinta se puede ver que está realizada con pocos recursos y aún así el director logra crear buenas atmósferas terroríficas como el viento y su silbido, los truenos, las lluvias torrenciales, los pasillos lóbregos del instituto, las sombras y los planos generales hacía el jardín y la torre iluminada y sobre todo la imagen difusa del fantasma a través de la ventana. Además no falta quizá la principal característica del cine de terror que es esa lucha entre el bien y el mal, esta vez “el bien” las alumnas y la maestra y “el mal” la directora.


Pues cuarenta años después Alfredo Moheno dirige el remake de este exitoso film. Quizá la actriz más reconocida en el reparto es Martha Higareda, que como en todas sus películas nuevamente vuelve a enseñar las tetas, que uno como espectador y amante secreto lo agradece pero como crítico de cine a veces no se termina por comprender.


La historia es la misma, aunque la venganza por parte del fantasma es buscada por otro motivo. En la película de Taboada de 1967, la revancha es a causa de que cuando le comunican a Andrea (el fantasma) que su madre se encuentra en estado de gravedad, pide permiso para salir del internado para ir a verla, pero la directora con su carácter estricto y fuerte le niega la salida argumentando que es una vil mentira. Tiempo después la madre de Andrea muere y ésta cae en una profunda depresión que la lleva al suicidio. En la nueva versión esta historia cambia un poco y la trama gira en torno a una relación lesbica.
Andrea, que es interpretada por una actriz de la cual cuyo nombre desconozco y que tiene una cara de niña traviesa que no puede con ella, mantiene una relación con la maestra-doctora del internado Lucía, que a parte de buenos sentimientos es buena en caricias y besitos cerca del oído. La directora al descubrir esta relación se llena de celos porque a ella también le atrae sexualmente la interna, entonces en un arrebato por obtener una caricia de ésta, sucede el accidente que termina con la vida de Andrea.
Martha Higareda hace el papel de Claudia y convive en la casa con otras cinco internas: drogadictas, anoréxicas, locas y hasta una aprendiz de teibolera parece en la recreación de la escena del streaptease, que a diferencia de Norma Lazareno en la primera versión, la de esta si enseña..
Moheno, el director de esta nueva versión de Hasta el viento tiene miedo, no logró crear lo que Taboada sí pudo cuarenta años atrás. No hay buenas atmósferas de terror, la película es demasiado oscura, creo que no supo aprovechar esas nuevas técnicas que los cineastas de hace algunas décadas no tenían, no hay muchas conversaciones sobre el fantasma para adentrar al espectador en la trama y las actuaciones me parecen muy malas, y sobre todo creo que no existe esa contienda entre “el bien” y “el mal”. La actuación de la directora en nada se compara a la de Marga López ni la de la maestra-doctora a la de Maricruz Olivier, tal parece que estas se concentran más en obtener una buena lengua de gato – y no me refiero precisamente a los chocolates-.
Quizá Moheno intentó tratar en este film temas actuales pero que a la vez parezcan ya un tanto trillados, tales como las relaciones gay, la drogadicción y los desórdenes alimenticios – y eso que les faltó el aborto -. Así es que si están esperando sentir terror o miedo, éste les llegará cuando salgan de la sala de cine y vean lo que gastaron, porque de seguro pagaran el de su pareja que llevaron pa´ que los abrace en momentos de suspenso y tensión.

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